Octubre 29 a Diciembre 17  de 2016

Entre espacios, un proyecto de Do Ho Suh

Curaduría Claudia Segura

NC-arte presenta Entre espacios la primera exposición individual del artista coreano Do Ho Suh en Colombia. La muestra explora el concepto de pasaje y de los espacios liminales que se ocupan de las condiciones de intimidad y de lo público. El corredor se convierte en el protagonista de la exposición y da forma a la gran escultura de tela y a la video-instalación in situ que ocupan la parte central del espacio.

Los pasillos o corredores se han entendido como lugares de tránsito que permiten ir de un lugar a otro pero que no acaban de convertirse en espacios completos. Su característica es precisamente este estado liminal que se define por la indeterminación, la ambigüedad, la hibridación y lo intermedio. En este sentido, igual que los umbrales, los pasajes han sido material de estudio de varias teorías de la antropología y la sociología. El concepto liminalidad es una noción tomada de Arnold Van Gennep –etnógrafo francés del siglo XX– y alude al estado de apertura que describe la fase intermedia de un tiempo-espacio tripartito, en el que se parte de un lugar para ir a otro a través de un tercer vehículo (preliminar, liminar, postliminar). Dicho término se asocia a menudo con ritos de paso: acontecimientos que cambian la vida o situaciones fronterizas que implican consecuencias de permuta. Curiosamente para Do Ho Suh el corredor es una metáfora de la evolución de su identidad y de su propia historia; se convierte en un cronotopos –unidad de espacio-tiempo indisolubles– donde el dentro y el fuera, el pasado y el futuro se diluyen.La liminalidad también ha sido analizada en la literatura post-colonial y los estudios culturales para hablar de un cuerpo en la frontera, dividiendo esferas distintas, identidades o discursos. Aquello que ocurre en estos espacios exentos de jerarquías que permiten que otro tipo de relaciones sucedan.

En ese sentido, Entre espacios muestra en primicia dos vídeo-instalaciones concebidas para NC-arte, que analizan la relación directa entre el individuo y el espacio, preguntándose sobre los espacios íntimos como posibles arenas para el desarrollo de intercambios sociales. Al artista le interesa especialmente entender cómo operan las relaciones humanas en lugares que a priori entendemos como privados y qué dinámicas se dan cuando estos se tornan abiertos y públicos. A la escultura del corredor y a las video-instalaciones se suman algunos dibujos y unos objetos encapsulados en cajas de luz. Do Ho Suh entiende los espacios domésticos como cuerpos llenos de memorias, recuerdos y connotaciones específicas. En los sutiles diseños en bolígrafo sobre papel titulados: Seoul Home/New York Home, Paratrooper, The Perfect Home, Seoul Home/L.A. Home, observamos como “la casa” deviene un personaje capaz de sentir emocionalmente lo que sus habitantes perciben y desean. Del mismo modo, el artista coreano le concede a los objetos que componen los espacios arquitectónicos una calidad diferente. Descontextualizándolos de su lugar común al extraerlos de los pasillos y las paredes, los radiadores, los enchufes, los pomos de las puertas, los extintores –entre otros– se convierten en elementos con otras capacidades narrativas. Efectivamente, ya no están como decorado de una escenografía del habitar, sino que nos obligan a mirarlos con distintos ojos, descifrando su naturaleza y belleza propia. En cierta medida, estos objetos cotidianos poseen una historia, una mitología y una dimensión simbólica vastísima. Sin duda, hablan de nosotros como catalizadores de memoria y recuerdos, revelando una determinada condición y modo de vida. Podríamos decir que el acercamiento de Do Ho Suh hacia los objetos responde a una subjetivación donde el artista se muestra y a la vez se esconde.

Entre espacios presenta un compendio de trabajos espaciales que articulan un discurso sobre la intangibilidad de lo que queda, la memoria de lo que se ha vivido y la ilusión que proyectamos de esta. Nos permite mudar la mirada y ver más allá de lo que creemos percibir.

Claudia Segura

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Por Julie L. Belcovee

Después de que el artista coreano Do Ho Suh se trasladara a Londres hace unos años para estar con su esposa, le hizo falta su hogar adoptivo de Nueva York. Tenía allí un estudio de 500 metros cuadrados en un antiguo dormitorio de marineros en Chelsea y comenzó a contemplar formas de conmemorarlo. Muchas de las esculturas más famosas de Suh reimaginaban sus hogares —en tela translúcida o resina, o como una casa de muñecas de gran tamaño, muy detallada— desde su infancia en Seúl y su juventud en los Estados Unidos. Esta vez, sin embargo, quería hacer un dibujo. Excepto que Suh no estaba contento de sentarse en una silla con una almohadilla y un lápiz, y dibujar lo que veía. En lugar de eso, cubrió cada pulgada del interior —de las paredes, los pisos, el techo, el refrigerador, el aire acondicionado— con papel, luego lo frotó con un lápiz de color azul, igual que un niño conserva la memoria de una hoja en otoño.

“El frotage es una interpretación diferente del espacio, es bastante sensual, muy físico y bastante sexual”, dice Suh, usando una camiseta y pantalones cortos en un día de verano en su estudio de Londres. “Tienes que acariciar muy cuidadosamente la superficie y tratar de entender lo que hay ahí”.

Esa frase podría aplicarse fácilmente a la totalidad de la obra de Suh, que ha explorado los diferentes significados del espacio, desde el territorio más pequeño que ocupamos —nuestra ropa— a nuestros hogares y patrias. Los temas de memoria, historia, desplazamiento, identidad y cuerpo entran en juego. En una era de crecimiento exponencial de la globalización, la consideración de Suh de lo que significa pertenecer a algo causa, sin duda, sorpresa. Su capacidad casi increíble de analizar estos temas principales de nuestro tiempo —y hacerlo con el lirismo de un poeta— lo ha convertido en uno de los artistas de su generación más solicitados internacionalmente.

Suh ha formado un traje de emperador monumental de miles de chapas de identificación de los soldados y precariamente se encaramó una casa completamente amueblada en el borde de un techo de siete pisos. Ha utilizado su historia personal de llevar uniformes —de colegial a soldado— como base para un autorretrato y establecer un ejército de minúsculas estatuillas bajo un suelo de cristal, invitando a los espectadores a caminar sobre la obra de arte sin necesariamente darse cuenta. En la mente de Suh, todo tiene el mismo origen: “Todo parte de una idea de espacio personal, ¿cuál es la dimensión del espacio personal?”, dice Suh. “¿Qué hace que una persona sea una persona, y cuándo una persona se convierte en un grupo? ¿Qué es el espacio interpersonal?”

“Todo el acercamiento es muy enriquecedor”, dice Rochelle Steiner, profesora de la USC Roski School of Fine Arts, que está trabajando en un libro sobre los dibujos de Suh. “Ha sido muy, muy inventivo.”

Con una cara redonda de muchacho y una sonrisa juguetona, Suh parece más joven que alguien de 51 años, pero él demuestra la seriedad de un artista veterano. Es una disposición que conoce bien: Su padre, Suh Se-ok, es un pintor abstracto bien reconocido en Seúl. Después de la escuela secundaria, el joven Suh había esperado convertirse en un biólogo marino, pero con una mala puntuación en matemáticas en su camino, en el último minuto se inscribió a la escuela de arte donde fue aceptado. Estudió pintura tradicional coreana antes de seguir a su primera esposa, una estudiante coreano-americana, a los Estados Unidos en 1991. Rhode Island School of Design (RISD) era la única escuela de arte americana en aceptarlo, y aunque él había hecho ya una maestría en Seúl, RISD insistió en que ingresara como estudiante de segundo año. Aun y así, inmigrar alivió algo de la presión de ser el hijo de su padre. “Me sentí aliviado cuando fui a los Estados Unidos”, dice. “Sentí mucha más libertad, me di cuenta del peligro de tener un padre como el mío, él siempre va a aparecer en conversaciones, pero en los Estados Unidos mi padre no es nadie”.

“No sé si se siente orgulloso de mí, no sé si siente competencia, no muestra esas cosas”, dijo Suh.

En RISD, Suh no pudo entrar a las clases que más quería tomar y terminó inscribiéndose en El cuerpo en escultura contemporánea. “Cambió el curso de mi vida”, dice Suh, agregando que el profesor, Jay Coogan, “es el responsable de que me convirtiera en un escultor”. En su primera entrega —usé prendas de vestir para considerar la condición humana— Suh profundizó en ideas sobre el cuerpo, un tema que era un tabú en Corea. Al mismo tiempo, los disturbios de Rodney King estallaron en Los Ángeles, y las imágenes de noticias de los inmigrantes coreanos armados que protegían sus tiendas hicieron que Suh pensara por primera vez sobre cómo los no coreanos percibían a su grupo étnico. Sus compañeros de clase, recuerda, todos más jóvenes que él, no se relacionaban ni con la experiencia del inmigrante ni con el entrenamiento militar obligatorio que debe soportar cada coreano, incluido él mismo.

Fijando miles de chapas de identificación del ejército a una chaqueta militar, Suh creó su primera gran escultura: Metal Jacket. La capa de armadura moderna tocaba muchos de los temas: el espacio personal; la tensión entre el individuo y el grupo; los inevitables choques culturales que surgen con la migración humana, que siguen siendo una preocupación en su trabajo, y también se convirtió en el prototipo de Some/One, la imponente túnica hecha de chapas. Desde una distancia, el espectador ve cada escultura como una sola superficie plateada. Sólo después de una inspección más cercana se registra como un mosaico de chapas, cada una representando a un soldado individual.

Coogan, ahora presidente del Minneapolis College of Art and Design, recuerda su reacción cuando vió Metal Jacket: “¡Oh Dios mío, su trabajo fue tan fantástico, ambicioso en escala y en el tipo de ideas globales con las que trabaja”. Coogan, que ha permanecido cerca de Suh, añade, “Do Ho está explorando temas de lo que nos divide y lo que nos une como seres humanos”.

En 1997, Suh logró una prestigiosa exhibición de dos personas en la galería de Nueva York, Gavin Brown’s Enterprise, antes de recibir un MFA de Yale y trasladarse a Manhattan. A medida que continuaba exhibiendo su nuevo trabajo, sus llamativas y poderosas piezas sobre la naturaleza de la casa rápidamente generaron interés. Hizo versiones de la casa de sus padres en Seúl: un tradicional hanok de techo inclinado, bastante fuera de estilo cuando su padre encargó a un antiguo carpintero del palacio real que lo construyera a partir de madera recuperada en la década de 1970, en tela de ensueño suspendida del techo de la galería. “Tiene una narrativa interesante”, dice de su casa de la infancia. “Pero entonces, cada edificio, cada espacio, tiene eso. Simplemente de eso no se habla”.

El uso de la tela dio a las piezas una cualidad fantasmal. Los espectadores fueron invitados a entrar en algunas de las instalaciones, aumentando la sensación de estar en una casa, o la memoria de una. Suh recuerda cómo su hermano, un arquitecto, se sintió desconcertado al ver a extraños vagando bajo una versión de su casa familiar en una exposición de 2000 en MOMA P.S.1 en Nueva York.

Fallen Star 1/5 (2008-11), uno de sus trabajos más conocidos, toma un modelo más sólido de ese hanok y lo atraviesa a través de la pared de una reconstrucción cuidadosamente amoblada, una recreación al estilo de casa de muñecas del edificio de apartamentos donde él vivía en Providence. Contrariamente a las suposiciones de la mayoría de los espectadores, sus múltiples piezas caseras no son réplicas exactas. “Es intrínsecamente imposible hacerlas exactas”, dice. “Quería lograr algo intangible, se trata de memoria, de tiempo en el espacio”.

Además de explorar ideas sobre el choque cultural, las obras de Suh pueden tener un sentido del humor —una casa que se tambalea en un tejado parece estar guiñandole el ojo al Mago de Oz— y también una sensación de pérdida. Hay, por supuesto, los escombros de las paredes en Fallen Star 1/5, pero incluso en una pieza de chapas militares, los espectadores se quedan preguntándose qué pasó con los propietarios de las chapas, ya que sólo en la muerte un soldado se separa de su identificación de metal. Net-Work (2010), que fue instalado en una playa japonesa para el Festival Internacional de Arte Setouchi, se ve como una red de pesca desde la distancia, sólo de cerca está claro que Suh la construyó a partir de decenas de figuras brillantes, brazos y piernas de cada una extendidas a la otra en forma de X. La pieza fue mostrada durante la temporada de tifones, y aunque los organizadores insistieron en asegurarla, Suh se contentó con verlo irse con la marea. “Pensé que sería una cosa hermosa dejar ir la pieza, la naturaleza viene y se lleva mi pieza, la lleva al océano, y el trabajo desaparece”.

Dice su vieja amiga y compañera Janice Kerbel: “Las obras de una manera son como él, son cosas muy suaves, casi como espectros. Hay algo etéreo sobre Do Ho, él no parece pertenecer al lugar en el que está.”

En 2010, Suh se trasladó a Londres para unirse a su segunda esposa, Rebecca Boyle Suh, una educadora de artes británica. Su primera hija nació poco después; su segundo el verano pasado. “He estado siguiendo mis amores”, dice Suh de su salto de continente, agregando con una risa, “nunca fue un desplazamiento por mi carrera”. En todo caso, Londres ha sido más difícil para adaptarse que los Estados Unidos. “Las cosas son tan diferentes aquí, siento como si fuera un lenguaje, una mentalidad y un humor completamente diferentes. Echo de menos un montón de valores estadounidenses, como ser sencillo y relajado”.

Su vida en Londres gira en torno a la familia. Él no es una persona para unirse a la escena social del mundo del arte. “Su compromiso con su práctica es muy intensa”, dice Kerbel, que también tiene su sede en Londres. “Es una persona tranquila y se guarda mucho para sí mismo, necesita ese tiempo para estar solo y en su cabeza”.

Suh mantiene una práctica artística internacional, realizando viajes intercontinentales de dos a tres veces por mes, incluyendo frecuentes viajes a Corea, donde se cosen las piezas de tela. Gran parte de la escultura de Suh es de sitio específico, e incluso cuando no lo es, sigue siendo específica del contexto. “Tengo que anclarme al contexto, el sitio físico o la historia”, dice. Cuando se le pidió que hiciera una pieza para el Museo Nacional de Arte Moderno y Contemporáneo de Corea del Sur, que está abriendo una nueva sucursal en Seúl este mes, Suh consideró la ubicación del propio museo —el sitio del antiguo palacio— y la galería. La pieza será instalada en una habitación expansiva llamada la Info-Box que tiene una vista de los restos del palacio. En respuesta, él creó Home Within Home Within Home Within Home Within Home, un pequeño hanok completamente encapsulado por el primer hogar americano de Suh en Providence. Los tres “hogares” adicionales en el título se refieren al museo, el complejo del palacio y Seúl. En una escala de 1:1, es la escultura de tela más grande por volumen que ha hecho.

También en su agenda inmediata: sus primeras exhibiciones de dibujos, en las dos galerías de Nueva York de Lehmann Maupin. Están previstas para septiembre de 2014, la exposición dual contará con extractos de sus proyectos de frotage. (Una de las piezas es tan grande que la galería no puede acomodar toda la estructura.) Steiner dice: “Nunca he visto a nadie usar papel y línea de una manera tan multifacética”.

Suh también está haciendo una pieza de video-performance que considera la cocina como un tipo de espacio personal: Él juega a ser el anfitrión de un programa de televisión, con su madre como chef, enseñándole una receta. Recientemente ha asumido más tareas de arquitectura, así, la concepción de la Galería Coreana para Los Angeles County Museum of Art y está en reuniones para diseñar una casa en el Reino Unido, los detalles de los cuales todavía están resolviendo. “A medida que mi carrera se ha desarrollado, tengo más oportunidades”, dice Suh. “Eso es lo mejor de envejecer”.

Hay una corriente política a menudo pasada por alto en la obra de Suh. Para la Bienal de Gwangju de Corea del Sur, por ejemplo, en 2002, Suh recordó la masacre de civiles tras la protesta que sucedió allí en 1980. “Las noticias fueron censuradas, así que no sabíamos qué estaba pasando”, dice Suh. “Cuando leí el periódico era un parche de espacios en blanco, una imagen que nunca me dejó. Cuando comenzó la escuela, los estudiantes escucharon lo que pasó en Gwangju, por parte de los estudiantes que estaban allí. Todo estaba fragmentado. Estaba viviendo a sólo cuatro horas de distancia y no entendía lo que estaba pasando, me hizo pensar en los problemas de escribir la historia.”

En respuesta, Suh hizo frotages de tres espacios alrededor de la ciudad. “Eso es un montón de frotamiento”, se ríe. Él y su equipo llevaban los ojos vendados para uno de los frotages, tanto como una manera de intensificar la experiencia táctil de un lugar desconocido y como una metáfora. “No quería pretender saber sobre Gwangju”, dice, ofreciendo la analogía de los turistas que visitan las señales estándar de una ciudad. “No prestas atención al espacio entre los lugares de interés, y la forma en que miramos a la historia es la misma, sólo recordamos los llamados eventos históricos importantes”.

Aquí, dice Suh, está su desafío como artista. “Es una cuestión existencial de lo que creemos en este mundo, hay muchos agujeros, pero tratamos de creer que es todo, como mucha gente ve la casa [escultura] como una réplica exacta. Hay mucha ruptura. El papel del artista es ver esas rupturas”.

(Revista Wall Street Journal – Noviembre 6, 2013)

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